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Vinos mexicanos

Fiestas de la Vendimia en el Valle de Guadalupe

Fiestas de la Vendimia en el Valle de Guadalupe

Por Mauricio Ramos

Ha llegado el cálido mes de agosto, el viento sopla alegre más allá del mar y el sol brilla en lo más alto del cielo. Es época de abundancia en el Valle de Guadalupe, Baja California. Los viñedos lucen frondosos, cargados de racimos bien maduros, anunciando que ha llegado el tiempo de cosechar una de las frutas más veneradas por el hombre: la uva.

Antes de comenzar el otoño, vinicultores y campesinos inician el proceso de la pizca. Llenos de ilusiones recogen esta generosa fruta para culminar un ciclo de esperanzas y dar inicio a uno de pasiones. Es el tiempo de cosechar las bondades de la tierra, de recuperar el tiempo dejado sobre los surcos, de sentir orgullo por la vid que se siembra, y de soñar con vinos generosos.

Pero este romántico ciclo no puede terminar sin una celebración digna para dar gracias a esta buena tierra; y no puede terminar así, porque la gente que trabaja y vive del campo sabe de sacrificios, de levantarse horas antes del amanecer y sudar de sol a sol; sabe del dolor y del placer que se siente al perder o lograr una buena cosecha; gente que sabe dar gracias por un año más.

Éste es momento de celebrar y compartir la vendimia, unos cuantos días en que se olvidan las duras jornadas del ayer y los propósitos del mañana para disfrutar que en el día de hoy todo tiene sentido. Es algo que habla de la tradición, de una cultura del vino que en México, poco a poco, va creciendo.

Para entender esta añeja celebración se debe trabajar con orgullo, sentir que la sangre que corre por las venas es la misma que brota de las entrañas de la tierra –algo que viene de generaciones–. Sin embargo, para disfrutarla sólo es necesario estar dispuesto a brindar con una copa llena y gozar de esta buena vida.

La celebración de la vendimia se vive con los sentidos y con el corazón. Escuchar la pasión con que se habla de un buen vino, oler y sentir las bondades de la vid y, claro, paladear las mejores reservas. Aquí, en el Valle de Guadalupe, se abre un espacio al romanticismo, ese que nos invita a recorrer los viñedos durante el crepúsculo, a caminar y respirar profundamente bajo un cielo abierto, al deleite de estar realmente vivos.

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